Historia derrumbada

ingenio-35Por Gilberto Vega Zayas

El Ingenio Azucarero de Los Mochis fue fundado en 1902 por el norteamericano Benjamín F. Johnston, personaje muy tratado ya por nuestros historiadores locales de acuerdo a la posición ideológica de cada uno de ellos, pues para unos fue un exitoso empresario y prócer del desarrollo económico y social no sólo de nuestra ciudad sino de toda la región norte de Sinaloa, y para los otros sólo fue un vil explotador que se aprovechó primero de la buena fe de don Zacarías Ochoa, dueño del Ingenio del Águila y después de sus compatriotas, los colonos de Albert K. Owen, arrebatándoles el canal Tastes con artimañas legaloides como cambiando el nombre en su “proyecto de irrigación” por canal Mochis, y con el apoyo del gobierno de don Porfirio Díaz. “A Johnston le tocó el epílogo de la Colonia y sobra quien afirme que fue él quien asestó la puntilla del descabello que terminó con los estertores de la agonía (…) capitalizando los errores y desórdenes administrativos de Owen”, escribiera don Manuel Moreno Rivas en su libro Socialismo en Topolobampo.

Dejando a un lado el terreno ideológico nos quedamos con la mezcla de ambas apreciaciones pues sin este norteamericano, Benjamín Johnston, ni mucho menos sin el llamado “sueño” del también norteamericano Albert Owen, la ciudad de Los Mochis jamás se hubiese desarrollado con la característica actual ni tampoco avanzado al grado presente, donde la modernización ha venido transformando la imagen urbanística pero a la par arrollando y destruyendo sus símbolos históricos.

De a quienes compró Johnston las enormes extensiones de terreno de Los Mochis, no se sabe, solamente que fue a través de la compañía “Sinaloa Sugar Company” que aglutinaba socios de los Estados Unidos. “Los documentos que relatan sus transacciones y sus logros, fueron retirados de las oficinas de United Sugar Cies., por don Rosario Grijalva, el hombre de confianza de la compañía, cuando se vendió la fábrica a don Arón Sáenz”, relata en el libro mencionado, Moreno Rivas.

En fecha no registrada del año de 1902 Johnston colocó la primera piedra del edificio de la fábrica. La Sinaloa Sugar Co., inició sus operaciones en el predio Los Mochis, con el desmonte para la siembra de caña, apertura de canales adicionales, además de construcción de las primeras casas y edificios del Ingenio. Hacia el lado oriente se levantaron hogares para los obreros, mientras al poniente, a un costado de la oficina general, la primera hilera de casas para los empleados de confianza. A esa sección se le llamó Campound, también comenzó la construcción del hospital y la residencia de la familia Johnston.

La población mexicana empezó a concentrarse en el sitio de la antigua colonia de El Plat, sin embargo se menciona que la vida pública de Los Mochis se inició con los trabajos de la primera zafra, el 5 de julio de 1903. Las instalaciones del Ingenio Mochis fueron terminadas en 1922 por la Honolulu Iron Works, compañía que durante el primer cuarto del siglo XX había diseñado y construido probablemente más trapiches y equipo de fabricación de azúcar que cualquier otra firma en el mundo. Hacia 1924 el Ingenio se componía de: Edificio principal de la fábrica, planta de energía, taller de máquinas, fábrica y almacén de hielo, edificio de la destilería de alcohol, dos

tiendas de almacenaje con techo galvanizado, almacén construido de ladrillo y almacén de acero y lámina galvanizada.

Johnston muere en marzo de 1937, y su único heredero Sherwood al año siguiente en una accidente aéreo en Mazatlán. Las dos viudas Johnston dejan la compañía a cargo de Harold F. Jones y el licenciado Gastélum.

El 9 de diciembre de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas firmó la orden expropiatoria de 83.870 hectáreas de la United Sugar para ser dotadas a 4 mil 663 jefes de familia en la zona de Los Mochis, todas en calidad de ejido colectivo para trabajarlas.

El Ingenio siguió siendo fuente de sustento para muchas familias, y también causa de conflictos laborales que llevaron a un acentuado desarrollo de la organización sindical en el norte del Estado de Sinaloa, e incluso, a la organización empresarial de los propios trabajadores, quienes en 1939 formaron la Sociedad de Interés Colectivo Agrícola Ejidal, SICAE, cuya existencia se terminaría el 31 de diciembre de 1955, después de muchos conflictos con el ayuntamiento, la compañía azucarera y la opinión pública. La USCO, S. A., siguió controlando el proceso productivo y empezó a intervenir en la producción de caña a través del crédito, modificación de cultivos, sistemas de trabajo, nuevos barbechos y otros.

Nuestra lucha era porque se expropiara el Ingenio y sus tierras: Carlos Ramón García.

No podemos dejar de mencionar en este tema al líder y fundador de la SICAE Carlos Ramón García, quien señala en una entrevista con Reba Humphries lo siguiente: “Un servidor de ustedes, como dirigente de los campesinos, no tenía la idea de que íbamos a construir una empresa tan grande como lo fue la SICAE, sino una cooperativa agrícola industrial porque la lucha nuestra fue porque expropiara el ingenio y las tierras… no fue así porque el señor Presidente Cárdenas lo manifestó en la cosa de que la expropiación del Ingenio de Los Mochis se dejaba para un futuro, que las tierras sí las iba a dotar y así fue”.

El mismo día que desaparece la SICAE, entró en funcionamiento la Asociación de Sociedades de Crédito Agrícola, en sustitución. Después de los citados conflictos la SICAE se termina de liquidar en 1959.

El 23 de mayo de ese mismo año la United Sugar se convierte en Compañía Azucarera de Los Mochis, la cual es adquirida un año después por Aarón Sáenz, quien compró por esa época y aprovechando su condición de funcionario del gobierno federal, varios ingenios en el país, entre ellos el de Los Mochis.

Empiezan las destrucciones

A mediados de los 60s Arón Sáenz manda dinamitar lo que fuera la casa de Benjamín Johnston, denominada por los mochitenses la Casa Grande, bajo el argumento de que era refugio de viciosos y malvivientes, sin embargo en ese tiempo venía empujando muy fuerte un extrabajador de la fábrica, líder obrero y con cargos de liderazgo al interior de la SICAE, quien fue posteriormente Diputado, Senador y presidente municipal de Ahome, don Alfonso G. Calderón, a la postre gobernador del Estado (1975-1980), con la ayuda del “todopoderoso” don Fidel Velázquez, líder nacional de la CTM.

En el periodo municipal de Ernesto Álvarez Nolazco se termina por derrumbar paredes de la Casa Grande que  ponían en peligro a los visitantes al Parque Sinaloa, hoy llamado Jardín Botánico Benjamín Johnston.

Hacia octubre de 1990, Agazucar, de Jalisco, adquiere el Ingenio de manos del gobierno federal, en 2005 y ya en plena crisis de la industria azucarera, empiezan a aparecer anuncios de bienes raíces ofreciendo terrenos del ingenio donde se asientan algunos de las casas de los trabajadores.

El día último de diciembre de ese año, cuando la ciudad se distrae por las fiestas Año Nuevo, derrumban las primeras casas de la colonia americana para construir posteriormente el Burger King, sin consultar siquiera al cabildo ahomense quien se dice en su mayoría sorprendido por la destrucción y la ciudadanía permanece en silencio. Luego vienen los derrumbes de las casas donde hoy se asienta La Toyota. Es hasta este momento cuando voces ciudadanas se hacen manifestar y repudian las destrucciones, con la indulgencia del INAH Sinaloa, cuya directora entonces argumentó que las casa no contaban con los cien años de construidas para que fueran consideradas patrimonio histórico sin mencionar el fundamento artístico y arquitectónico que no requiere cien años de antigüedad.

En diciembre de 2006 continúan las destrucciones y otra vez la ciudad amanece con la noticia de que las casas situadas al interior del Ingenio Azucarero están siendo derrumbadas. Ahora sí la ciudadanía y los diferentes sectores se manifiestan el 31 de diciembre y artistas, cronistas y promotores culturales se plantan con carteles y pancartas en una protesta enérgica en las inmediaciones de la fábrica.

Se realizaron encuentros y foros con personal del INAH Sinaloa, Sonora y del Distrito Federal sobre la necesidad de conservar los referentes históricos pero la sentencia estaba dada: la desaparición del Ingenio Azucarero de Los Mochis, ícono del desarrollo social, político y económico de la ciudad, “en aras de la modernidad”. En cabildo hubo manifestaciones donde se pedía la expropiación del Ingenio, pero como a todas luces hubo filtraciones y contubernio con los propietarios del grupo AGA, se mantuvieron solamente dos casas que no fueron maltratadas y fueron donadas junto con el edifico conocido como La Varsovia.

Se invita a la ciudadanía a firmar en contra de la destrucción y se logran juntar alrededor de 25 mil firmas. Asimismo se conmina a los trabajadores del Ingenio a que se sumen a la lucha por la defensa del patrimonio histórico a lo que manifiestan su solidaridad sin comprometerse. Los grupos de artistas aglutinados en el Frente Ciudadano en defensa del Patrimonio Histórico de Los Mochis invitan a los ciudadanos a manifestarse en dos marchas por la ciudad para repudiar la destrucción. Sin embargo sólo marcharon alrededor de 50 personas denotando con esto la apatía ciudadana por defender sus íconos culturales.

Entre dimes y diretes mediáticos pasa otro año y el cabildo de Ahome, con Policarpo Infante como primer edil, derogando un decreto del año 2000, cambian el uso de suelo de esos terrenos que pasan a ser de patrimonio histórico contextual a uso comercial; el regidor perredista Rosario Gil denuncia que los regidores fueron “maiceados” por los propietarios del ingenio, el Grupo AGA de Jalisco, para ese fin, pues a él le ofrecieron 25 mil pesos que no aceptó, y otros se llevaron  50 y hasta cien mil pesos para cambiar el uso de suelo, dijo.

Ya desgastado por el tiempo el movimiento ciudadano por la defensa del patrimonio histórico finalmente terminan los buldóceres por derrumbar completamente las casas que se situaban en la esquina de los bulevares Rosendo G. Castro y Rosales, donde hoy se construye el flamante teatro de la ciudad, del que dicen arquitectos mochitenses, esa esquina será un cuello de botella más agudo todavía en los próximos años.

Un buen día como lo suponíamos y declaramos en los medios, amanece un anuncio en las puertas de la misma anunciando el cierre. Los trabajadores de la fábrica se manifiestan tomando las calles de la ciudad para ello y cerrando una de las principales vías del centro.

“El rescate de los salvadores de la fábrica y de los trabajadores”. 

Después de un mes de cerrada la fábrica se anuncia con bombo y platillo que empresarios mochitenses, Alejandro Elizondo, Rodolfo de la Vega y Luis Puente, rescatarían el Ingenio que sustentaba a más de 2 mil 500 familias. Luego viene un conflicto entre los socios, y Luis Puente pide se le liquide su parte de las acciones, manifestando públicamente que si no lo hacen denunciaría la verdad sobre el famoso rescate. Qué verdad escondieron? Sólo ellos lo saben.

Y así, empresarios y gobiernos municipales y estatales, ante el temor de que el negocio de bienes raíces y sus beneficios se les vaya de las manos, y antes de que la sociedad reclame el derecho de conservar sus referentes históricos, mejor comprar y vender, de remate, total “con la historia no se come”, dijeron  trabajadores del Ingenio, quienes vendieron partes de las vías del tren como fierro viejo, alcanzando 300 pesos (un suspiro), para seguir alentando la esperanza de que se les haga justicia.

Existe ahí, al interior de la fábrica, algunos “fierros viejos” que datan de más de cien años y un documento sellado por el INAH federal, en el que señalan la factibilidad de declarar al Ingenio Azucarero de Los Mochis como Patrimonio Cultural Industrial, y la fundamentación histórica que lo avala con el fin de conservar, si ciudadanía y gobierno lo deciden, al menos esos “fierros viejos”, los más antiguos, como vestigios de lo que fue la fábrica. Si no es así, estos solamente alcanzarían para alimentar dos o tres días más a los trabajadores que con todo su derecho piden se les indemnice a como dé lugar.

De seguir así las cosas las futuras generaciones sólo conocerán la arquitectura original del “horcón de en medio” de Los Mochis en fotografías, y quizá… quizá al menos un suspiro desde el fondo del alma arranque también entonces esta historia derrumbada. La ciudadanía tiene la palabra.

Fuentes:

Historia del Ingenio de Los Mochis, Patricia Luna Con, Arq. Jesús Nájar Fierro. Recopilación histórica y arquitectónica, 2009

Socialismo en Topolobampo, Apuntes para la historia. Manuel Moreno Rivas, ed. Ágata, 1992

Los Mochis, Historia oral de una ciudad. Reba Humphries, U de O, 2ª. Ed, 1986

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