La humillación de viajar…El Código

Por Redacción Jul 11, 2022

Manuel Fernando lópez

Quien esto escribe, viajó hace días a Magdalena de Kino, con motivo de conocer a mi nieto –hijo de David Octavio y Zarina – quien junto a su madre –de David– Alma Rosa y de su hermano Manuel Fernando, radican hace rato en esta ciudad, de la cual hace mucho tiempo huyó aquella bucólica tranquilidad, para recibir a la muerte y al horror.
En mi mente, la palabra “retén” causaba escozor, a sabiendas de cómo se las gastan los elementos militares ahí comisionados y, para quienes la sensibilidad para con los pasajeros, es igual a la piel de un rinoceronte.
Tras comprar el boleto en la central camionera y, pasar al andén para abordar el camión en turno, debe uno, ante de subir al mismo, una revisión en el equipaje por parte de perros entrenados para detectar droga.
Bien, allá vamos, devorando kilómetros, hasta acercarnos al citado filtro militar –claro, acercarnos—y sufrir las de “Caín” para ir avanzando a vuelta de rueda, atrás de inmensa fila de camiones; por fortuna llevaba conmigo dos libros, que en mucho me ayudaron a paliar la impotencia y la rabia por tanta inoperancia en dicho lugar.
Finalmente la voz de un soldado, ordenando bajar a todos con sus respectivos equipajes para revisión; allá vamos a la larga fila para pasar por el escáner; peor aún: sufrir la humillación como criminales de colocarnos con los brazos en alto y, recargados contra la pared, mientras un militar esculca nuestra ropa en busca de droga o en un descuido hasta una pavorosa “cuerno de chivo” escondida en nuestros bolsillos.
¡Hora y media! duró dicha infamia en contra de ciudadanos y, un viaje estimado en dos horas y media, se tradujo en ¡cuatro horas!.
Si, previamente en Hermosillo efectuaron una revisión, ¿por qué pasar por otra en Querobabi?; pero como bien dijo el sufrido operador del camión, “¡alégales…”.
La rabia y el hambre, se disiparon al llegar a Magdalena y conocer al nieto, así como saciar la segunda; al regresar en carro particular invitado por mi cuñada María Jesús, al llegar a la caseta de “robo” –perdón, de cobro – contemplar cómo pagó cerca de cien pesos, extrañé mucho a mi amigo Alfonso Cannan Castaños y, al Movimiento por el Libre Tránsito por Sonora.
Por cerca de cuatro años, con mucha dignidad y valor civil, impidieron casi por cuatro años, este brutal asalto contra los ciudadanos avalado por el gobierno federal al través de Capufe, la SCT y Banobras.
Millones y millones de pesos siguen yendo a los bolsillos de concesionarios coludidos con autoridades, sin auditorías de por medio; impunidad plena pues.
Infaltables las mantas en la caseta advirtiendo de las penas que enfrentan quiénes se vuelvan a atrever a tomar de nuevo tales infamias a lo largo y ancho de este sufrido país.

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