Hermosillo, Sonora a 13 de Mayo del 2022

Taller de Autobiografía

Dr. Francisco González Gaxiola

   Es una mañana de mayo del 2022, los días son calurosos y las mañanas muy agradables en Hermosillo, Sonora. Tengo el privilegio de escuchar en los amaneceres el canto de los pájaros, se podría pensar que, en una zona desértica, no podrían trinar los pájaros. Tenemos una vida normal, llena de naturaleza, de cielos despejados y calores sofocantes, de fríos que hacen que duelan los huesos, nuestra capital es virtuosa no solo en el clima sino en sus habitantes, habitantes irredentos, soberbios y orgullosos de nuestra ciudad.

   Somos pocos y únicos, vivimos con ese sudor recalcitrante en el verano y con esa chamarra acurrucante en el invierno. Para nosotros no hay mas estaciones, vemos las flores y el caer de las hojas, con calor o con frío. Disfrutamos del café siempre, de nuestras tortillas de harina, también de una cerveza helada y cuantimás de una carne asada.

   Sobretodo somos fieles a nuestra palabra. Somos fieles a nuestros quereres. Nos medimos en los extremos porque para nosotros no hay medias tintas.

   Hablando de extremos, tintas y palabras recae el tema de mi escrito. ¿Por que escribimos?

¿Qué nos hace compartir nuestra tinta, nuestras ideas y vivencias? Esta ocasión quiero hablar de mi vivencia con la literatura, esos jeroglíficos que se transforman en ideas y pensamientos, que son capaces de articular nuestros sentimientos.

   Recuerdo mi mano pintada y mis primeros símbolos escritos, discordantes e irregulares, como un recuerdo a mi madre, fue una moda y la mejor expresión de amor hacia nuestra progenitora. Era la obra maestra de la infancia, esmerados alumnos dadores de amor, orgullosos de escribir lo que no sabíamos, que se transformaba en lagrimas de cariño. Vaya recompensa: aprender a escribir y recibir pleitesías, reconocimiento y amor. Las letras pueden ser sutiles o soberbias, han sido para mi un escudo y una trinchera.

   Expresarnos es una necesidad básica de la vida, coloreamos y escribimos garabatos en nuestra niñez, intentamos estilizar nuestra escritura en la adolescencia, ya de adultos usamos las computadoras. Yo me quede con ese viejo estilo de escribir un borrador con mi puño, sin ello no hay avance en mis textos.

   Las letras no son simbólicas solamente, son la expresión del sentimiento, de las emociones y de los actos sin importar de que color sea la pluma. Cuando escribo se sueltan los sentimientos, generalmente se nublan los ojos a cascadas, también se acelera el corazón ante la frustración y se regocija el espíritu con el amor.

    Me pregunto ¿Qué nos mueve a mostrar nuestras vivencias con nuestros escritos y referencias? Quizá queremos trascender en el tiempo y en el espacio.

   He expuesto mis textos y han sido dolorosas las críticas, es un suceso difícil de superar, pero se impone la madurez, el cerebro rechaza la critica constructiva, el sentimiento salta a la vista y nuestro animo se modifica, aceptar que pensamos diferente cada cual. La critica es la criba de procesar las opiniones que nunca pensamos venir.

   Cuando vienen los elogios a la historia escrita se enerva el espíritu, todo esta bien y se pierde el sentido critico. Para tener un equilibrio se debe de ser un poco sabio, no podemos merecer toda la gloria sin esfuerzo, debemos desnudarnos y mostrar el alma, ese es el sentido de las letras. No quiero ser cacofónico. He descubierto el verdadero sentido de ellas, he leído mucho, he interpretado pensamientos a través de esa sutil pluma que escribe y plasma el espíritu en sus escritos.

   Aprendí la virtud de escribir de niño, enseñado por mis padres, seguí adelante con mi formación en la academia. Hasta ahora, recopilando todo lo aprendido, entiendo que las letras han sido un fundamento en mi vida.

   Vale la pena expresarse a través de la escritura, pareciera que perdemos algo cuando nos exponemos, en realidad ganamos mucho. Todos aprenden, todos piensan, todos toman partido, de eso se tratan la literatura, de diferir y razonar, de desencuentros y reencuentros fraternos. Yo celebro participar con todos ustedes del taller de Autobiografía en la Universidad de Sonora, también me enorgullezco de ser alumno del maestro Francisco González Gaxiola.

   Compartir la literatura, atreverse al don de la critica, exponer el alma y dejarse querer ha sido una experiencia única. Todo promovido por nuestro maestro que nos orienta y da las coordenadas, por la aportación de los comentarios de compañeros y compañeras.

   Aprendí a escribir con garabatos, me forjé en la escritura corrigiendo mi ortografía y solo hoy, después de tantos años de formación, entiendo que las letras no son solo símbolos, son la expresión del alma y del ser humano. Me vuelve esa imagen de mi madre recibiendo el obsequio con mis manos de niño pintadas, con garabatos escritos en un mensaje supervisado por mi maestra de Kínder. Las letras, igual que el gesto de mi madre ante su regalo, nunca se apartaron de mi desde ese momento.

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