Manuel Fernando López
Es increíble la vida: en 1986 arribé por vez primera a Nogales como corresponsal de El Imparcial y, me hospedé en el entonces hotel Villa Alegre, para ponerme a trabajar como reportero –¡ hermosos treinta años ¡– iniciando una aventura periodística que me ha llevado a galopar por muchas praderas y, terminará con mi adiós de este mundo; siempre con libreta en mano y, muchos recuerdos de amigos fabulosos que ya se fueron y, para los cuales sus nombres esculpidos para siempre están en mi memoria y en mi alma.
Uno, que sigue en “mi amado Nogales” como llamo a la frontera en mención, es el profesor Julio César Sarmiento y, a quien recientemente nombraron cronista de dicha ciudad; justicia a secas para el chiapaneco que dejó atrás sus verdes selvas y paisajes llenos de inmenso verdor para venirse al desierto y, en consecuencia al quemante sol sonorense.
Julio César, es fiel ejemplo de que el hombre no es de donde nace, sino de donde se hace y, este amigo que lo conocí al través de otro dilecto amigo como Manuel Portillo quien dirigía nuestra inolvidable “Gaceta”, ha cumplido a la perfección este axioma.
Ahí, en este medio, transcurrieron inolvidables jornadas periodísticas y lo mismo en la barra –como en otras– del hotel Fray Marcos de Niza, que ahora detenta el alcalde Jesús Pujol Irastorza, cuyo padre le heredó; periodismo, siempre periodismo era la plática y, en consecuencia muchos sueños e ilusiones de quienes como Julio César y un servidor, amén de otros amigos acariciamos en aquellos maravillosos años.
Han partido muchos de aquellos amigos, los extraño y lloro porque mi vida tras largas jornadas periodísticas retratando vivencias por muchas partes del país, se congratula por el nombramiento de mi amigo Julio César Sarmiento, como cronista de Nogales, Sonora.
El hombre que llegó un día de Chiapas para amar Nogales y, en consecuencia a su gente.
Sobre todo, gracias mil al aún alcalde Jesús Pujol Irastorza por este logro.
Felicidades amigo, ¡llegaste!.