Por Alfonso Durazo Montaño

Mi madre fue una mujer de lucha, de avanzada, muy de avanzada para su tiempo. Estuvo invariablemente preocupada por la formación escolar y académico-profesional de todos sus hijos.
Doña Mery tuvo seis hombres y seis mujeres y a todos nos sacó adelante profesionalmente con el generoso respaldo económico (hasta donde pudo) de Don Conrado, mi padre.
Para la economía de un hombre de pueblo ayudar a sacar adelante a todos sus hijos, está cabrón.
En mí caso le alcanzó para ayudarme hasta la preparatoria.
Sólo un hombre muy trabajador y en verdad muy generoso como él, fue capaz de ese esfuerzo.
Ayer dejó a Don Conrado su compañera de vida.
Fueron 70 y tantos años de casados.
Lamentablemente, la pandemia de COVID-19 se cobró la vida de mi madre.
Me queda la esperanza de que su alma y su recuerdo me acompañarán por siempre.
Mi padre, con 99 años a cuestas y también en este momento con COVID, está sobrellevando las cosas a duras penas. Pero ahí va.
Para mí estos son días de mucha impotencia.

Dejo todo en las manos de Dios.

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