Los costos de la Guerra Comercial

Por Redacción Jun 20, 2018

La aplicación del gobierno de D. Trump de aranceles de importación sobre el acero y el aluminio, al resto de los países, plantea la posibilidad real de una guerra comercial global. Los efectos se sentirían en todas partes, pero especialmente en los países más pobres del mundo, y afectará desde la recuperación mundial actual- después de la crisis de 2009- hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales podría estar en peligro en la actualidad. Estamos entrando a la fase de alerta roja a nivel mundial.

Como dice un viejo proverbio africano «cuando los elefantes luchan, es la hierba la que sufre». Esto lo podemos aplicar cuando se presentan las guerras comerciales y se puede generalizar en todo momento el conflicto comercial: cuando chocan las principales economías, los países en desarrollo y pobres se encontrarán entre los más afectados.”. Desafortunadamente la política de “tolerancia cero” que separa a los niños de sus padres indocumentados cuando cruzan la frontera de EE UU, es solo un ejemplo de los costos de las políticas proteccionistas del gobierno de D. Trump. Por ello el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha tildado la nueva política de “seria violación de los derechos de los niños”. Los más pobres y vulnerables serán afectados por las diversas medidas proteccionistas en la actualidad.

El 1 de junio de este 2018, la administración estadounidense impuso aranceles de importación del 25% sobre el acero y del 10% sobre el aluminio. Los gravámenes afectarán no solo a China, sino también a Canadá, México y los países de la Unión Europea. Como señaló Cecilia Malmström, Comisionada de Comercio de la UE, en un evento reciente celebrado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), «No estamos en una guerra comercial, pero podríamos estarlo» en poco tiempo. Es una situación que debería preocupan a todos.
Una de las posibles causas, de esta guerra comercial, se puede argumentar se debe a un programa ambicioso denominado Estrategia Made in China 2025. Con este proyecto China ha dejado en claro su objetivo; asegurar el liderazgo económico global en las industrias de tecnología avanzada. Esto lo coloca en competencia directa con los Estados Unidos, que actualmente lidera en esas industrias, y lo que estamos viviendo sería como una guerra fría no declarada pero intensificada sobre las tecnologías con aplicaciones comerciales y militares.

Con sus inversiones en tecnología avanzada, China no solo está buscando competir comercialmente con los EE. UU, sino además, busca también, un mayor poder militar y geopolítico. La disputa será atroz como suele recordarnos la historia de la lucha por la hegemonía mundial.

Cuando se trata de tecnología y comercio con China, existen preocupaciones serias sobre la seguridad nacional de los EE.UU, ya que hoy son aún más importantes porque las tecnologías desarrolladas por estas empresas estadounidenses con fines comerciales coinciden cada vez más con la sofisticación de las desarrolladas por los militares en áreas clave como es la realidad virtual, facial reconocimiento y drones.

Las empresas norteamericanas que llegan a China se ven obligadas a conceder la propiedad o los derechos de uso de su tecnología a entidades nacionales chinas algo que viola “las obligaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de tratar a las empresas extranjeras en igualdad de condiciones. Por ello la gran preocupación de Trump.

Sin embargo, no tiene cierta lógica aplicar este razonamiento a sus aliados comerciales y se convierte el reclamo de seguridad nacional en un simple argumento para defender un proteccionismo tradicional con fines comerciales.
En ningún de los casos los aranceles son la respuesta. De hecho, incluso los aranceles que apuntan solo a los productos chinos que se benefician de las prácticas mercantilistas del gobierno son contraproducentes, porque gravan efectivamente a las compañías estadounidenses que se supone deben defender. La razón radica en las complejas cadenas de suministro globales actuales.

Lo explicamos. Muchas de las exportaciones de China- que van al mercado norteamericano- objeto de los aranceles de la administración Trump son producidas por «empresas de capital extranjero» en China, y los Estados Unidos y otras empresas no chinas son importantes inversores. Además, tales productos -incluido el 86% de las importaciones estadounidenses de productos informáticos y electrónicos, el 63% en equipos y componentes electrónicos y el 59% en maquinaria no eléctrica- generalmente incorporan insumos o equipos de alto valor producidos por empresas extranjeras (a menudo estadounidenses) fuera de China.

Esto significa que las empresas estadounidenses que operan en China son enlaces vitales y los principales beneficiarios de las propias cadenas globales de suministro que se verán afectadas por las tarifas arancelarias de Trump.

Se puede aceptar que la administración de Trump tiene razón al rechazar las violaciones de China de las reglas del Comercio Mundial, particularmente con respecto a las tecnologías avanzadas, pero la ruta de los aranceles no parece la mejor vía para resolver un tema tan complejo.

Para algunos analistas puede haber otra ruta diferente a la planteada por la administración de D. Trump y evite el enfrentamiento de los elefantes. En esa ruta se plantea que​​ los EE. UU no pueden impedir que China siga políticas industriales para desarrollar sus industrias de tecnología avanzada. Después de todo, en el siglo XIX, muchos países, incluido los EE. UU, usaron tales políticas para construir sus bases industriales que hoy son potencia mundial.

El desafío para la política estadounidense es garantizar que las políticas chinas cumplan con las normas de la Organización Mundial del Comercio, incluido el requisito de notificar a otros países sobre programas de subsidios y la prohibición del robo de propiedad intelectual, transferencia de tecnología forzada y prácticas discriminatorias de adquisición.

Además señalan la imperiosa necesidad de que los EE. UU respondan al desafío de China con una política industrial propia. Dicha política debería incluir impuestos comerciales más bajos, más fondos para investigación básica y desarrollo, mayor inversión en desarrollo de talentos y apoyo federal para una serie de programas en áreas como sistemas de defensa biológica, redes de detección de amenazas y una red eléctrica distribuida.

En definitiva, el hecho de que la industria de los Estados Unidos resista el desafío que China plantea no dependerá del éxito de Estados Unidos para frenar el progreso de China, sino de su capacidad para sustentar y respaldar la innovación de las empresas estadounidenses.

De mantenerse la ruta de los aranceles como una guerra comercial global se presentan las siguientes interrogantes ¿Quiénes serían los ganadores y cuales serían los costos para la economía global?

Sabemos por la historia que nadie «gana» en una guerra comercial. Los aumentos arancelarios de los principales países comerciantes representan un titánico esfuerzo desde el final de la Segunda Guerra Mundial para eliminar las barreras comerciales y facilitar el comercio mundial.

Desde que el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) entró en vigor en 1947, el valor promedio de los aranceles vigentes en todo el mundo ha disminuido en un 85%. Eso no es una coincidencia; más bien, es el resultado de una gran cooperación multilateral y ocho rondas de negociaciones comerciales mundiales, primero bajo el GATT, y luego bajo su sucesor, la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Las reducciones arancelarias, junto con los avances tecnológicos, impulsaron la extraordinaria expansión del comercio mundial que hemos presenciado en los últimas seis décadas. En 1960, el comercio como porcentaje del PIB mundial se situó en el 24%; hoy es casi el 60%.
La expansión del comercio ha impulsado el crecimiento económico, creado puestos de trabajo y aumentado los ingresos de los hogares en todo el mundo.
Es un factor clave detrás del surgimiento del Sur pobre, donde docenas de países en desarrollo han experimentado un fuerte crecimiento económico y un cambio social positivo. Además hizo posible uno de los logros más notables en la historia de la humanidad: sacar a mil millones de personas de la pobreza en el espacio de apenas dos décadas.
Sin embargo, la expansión del comercio no ha beneficiado a todos por igual. Y en algunos casos, ha resultado en la degradación ambiental y el desplazamiento económico, y muchas personas se sienten abandonadas debido a que no han sido beneficiadas por el efecto globalizador.
En la próxima entrega se continuará con el análisis y los costos que pueden generar una guerra comercial global.

Dr. Carlos Germán Palafox Moyers.
Investigador-Docente del Departamento de Economía de la Universidad de Sonora y Consejero del Observatorio de Convivencia y Seguridad del Estado de Sonora (OCSES).

 

 

 

 

 

 

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